Ego sum
qui sum
Escritora a ratos, azote de ratas.
En teoría, artista. En la práctica, culo inquieto, dispersa.
Argumentista. Aductora.
Poeta, cuando no prosista.
Crítica y criticona, censora y censuradora.
Acusadora. Nula condescendencia con la impunidad.
Y a pesar de todo, objetiva. Ni positiva, ni negativa. El vaso medio lleno también está medio vacío.
Razonable, equidistante, ecuánime, pero no desapasionada.
Berrinchuda, vehemente, gruñona. No puedo observar el mundo con desinterés. No puedo dejar pasar...
No puedo, de verdad que no puedo.
Odiadora de lo inmoral. No parecerme a mis antagonistas es un deber, una cuestión deontológica.
Y amante. De mi Historia, de mis raíces, de mis antepasados, de mi mundo.
Enamorada de mi lengua, de su riqueza de sinónimos, de la precisión de sus conjugaciones verbales.
Fiel adorante de Marco Aurelio, fanática de Felipe II, incondicional de Cyrano.
En definitiva, desenfrenada, inflamable, de vena hinchable y explosiva con una necesidad imperiosa de denunciar lo indefendible y desenmascarar las insensateces del descabellado mundo que habitamos de un tiempo a esta parte.
Eso sí, con elegancia y certeramente, utilizando una terminología sana y sin que llegue a reventarme la yugular.
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