top of page

Un documental, más docu que mental

  • Marta Lismán
  • 28 oct 2021
  • 3 Min. de lectura



Ayer por la tarde, refugiándome del calor para evitar que se me derritiese el cerebro, casi consigo lo contrario viendo un documental de DMAX. Quién me manda, lo sé, pero a veces recuerdo que estoy de vacaciones y que puede venirme bien poner la neurona en barbecho. Total, que me dejaron la tele puesta, se fueron todos a dormir la siesta y, sin comerlo ni beberlo, me encontré viendo un documental de Historia llamado Alienígenas (primera contradicción y zas en todo el intelecto) de título “Los discos alienígenas”. Debería haber apagado ipsofactamente y haberme zambullido en mi maravilloso ejemplar de Imperiofobia de María Elvira Roca Barea, pero no lo hice y, a la vista de lo visto, aún estaré arrepintiéndome en mi lecho de muerte y en el mismísimo purgatorio.


Resumo el documental 100% histórico de factura estadounidense para que juzguen ustedes mismos el nivel.


El imperio inca era una civilización avanzadísima, con una cultura admirable que se extendía desde la actual Colombia hasta Chile, siendo su territorio el más vasto y prodigioso de toda la América precolombina. Después de mucho bla bla bla sobre las maravillas del incanato pero obviando lo truculento y suculento de su dieta, se centraba el reportaje en la figura de Pachacútec como el personaje más significativo, el súmmum de esta superpotencia indígena, elegido a dedo por los dioses para transformar el curacazgo -Reino de Cuzco- en un gran imperio: el Tahuantinsuyo. Gracias a este ser de luz, el imperio incaico inició una etapa de continua expansión. Expansión, que no guerras, conquistas, masacres o colonizaciones. ¡No! Expansión bucólica y pastoril, no vaya a ser que haya otros malos en la película y la liemos.


Avanzando el documental por estos rocambolescos derroteros llegamos al tema central, al meollo de la cuestión: unos misteriosos discos de metal dorado traslúcido (¿qué?) que provenían del sol, súper poderosos y que, según un historiador norteamericano, podrían haber sido un portal de conexión con el mundo exterior... o con la Pachamama o con su Putamama porque total, puestos a inventar se inventan igual el sublime y arquetípico emporio inca que su enchufe con los dioses mismos y con el espacio interestelar.


Y yo, que estaba con un ojo en el móvil y el otro -ojiplático y desorbitado- en el docu, me lo estaba viendo venir de lejos. En mi interior rezaba para que no llegase Colón al episodio. Me veía a los españoles protagonizando un genocidio marciano para robarles a los elegidos hijos del sol el poderoso tapacubos astral. Pero mis plegarias no fueron escuchadas y el narrador saltó de Pachacútec a Pizarro y al “saqueo” de Cuzco. Pruebas que podrían ser irrefutables (átame esa mosca por el rabo) demuestran que posiblemente los incas, corre que te corre, habrían escondido el poderoso vinilo dorado para protegerlo de la avaricia española tirándolo al lago Titicaca.


Según los docus de DMAX, el Valle de los Caídos es un monumento, no franquista sino al franquismo y, por lo tanto, una apología a la dictadura; y el imperio inca fue una civilización prodigiosa y chachi piruli y, como te descuides, vegana y sostenible. Súper histórico y súper riguroso todo.

Afortunadamente -o no tanto-, el documental terminó para dar paso a la publicidad que, de paso, me anunciaba otros documentales de DMAX: “Megaestructuras franquistas” e “Hijos del Sol. Incas”. Los respectivos “trailers” no dejaban lugar a dudas: el Valle de los Caídos es un monumento, no franquista sino al franquismo y, por lo tanto, una apología a la dictadura; y el imperio inca fue una civilización prodigiosa y chachi piruli y, como te descuides, vegana y sostenible.


Y así estamos, éstos son los documentales que hacen los norteamericanos sobre los incas y que DMAX compra para embuchárnoslos después de comer, un domingo por la tarde. Leyenda negra, leyenda gris, leyenda parduzca y, ya que estamos, leyenda roja.

Comments


bottom of page