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Los manzanos del hayedo

  • Marta Lismán
  • 18 nov 2021
  • 4 Min. de lectura


Últimamente se ha convertido en deporte nacional visibilizar todo aquello que sea diminuto, anómalo o, directamente, inexistente. No es lo mismo que ver, visibilizar supone «hacer visible artificialmente lo que no puede verse a simple vista». En este sentido, me parecen razonables y acertados algunos de los temas visibilizados pero la cuestión es ¿dónde está el límite? Si en un hayal de 2.000 hectáreas hay cinco manzanos y sólo se habla de éstos -siendo algo excepcional en ese conjunto arbóreo-, pero no del resto de hayas que componen el grueso del hayedo -que por algo es un hayedo y no un pomar-, ¿no se estaría cayendo en una distorsión de la realidad, en una exaltación de lo insólito en detrimento de lo cotidiano? Pues eso exactamente es lo que tenemos a diario, a través de todos los medios y por todos los canales: una visibilización extrema que magnifica problemas o, simple y llanamente, los inventa donde no los hay. Ejemplos tenemos para aburrir pero detengámonos en uno de los más recurrentes: la violencia machista. Sí, voy a meterme en ese jardín.

Me parecen razonables y acertados algunos temas visibilizados pero la cuestión es ¿dónde está el límite? Si en un hayal de 2.000 hectáreas hay cinco manzanos y sólo se habla de éstos pero no del resto de hayas que componen el grueso del hayedo, ¿no se estaría cayendo en una distorsión de la realidad?

La población de España en 2021 es de unos 47,4 millones de habitantes, de los cuales 24.169.362 son mujeres y 23.224.861 hombres (cifras de población del INE). Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (Fuente: epdata.es) las víctimas por violencia de género en lo que va de año son 36 mujeres. Esto significa que hay 36 víctimas mujeres con sus respectivos 36 agresores masculinos, lo que se traduce en las siguientes cifras: el 0,000148% de las mujeres censadas en España han muerto a manos de un 0,000155% de hombres. Visto así, a mí me resulta desproporcionada la cobertura mediática y la cantidad de lupas que se ponen sobre este problema. Todos los días, a todas horas, en todos los telediarios, se habla de este tema, engordando incluso las cifras con «posibles» y «presuntos» casos, como aquel en el que un hombre que tiraba a su mujer por la ventana, era arrestado por «indicios de violencia de género» y «posible homicidio», y que resultó ser un amante esposo intentando evitar el suicidio de su mujer que llevaba años luchando contra la depresión. Depresión y suicidio: 3.500 muertes al año. Silencio.


Si por cada persona que se suicida en España tuviéramos que actualizar la cifra en todas las ediciones del telediario, no habría más noticias que dar. Estamos hablando de ¡9 muertes al día!


Otro ejemplo: accidentes de tráfico. Pere Navarro, director general de Tráfico, y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, presentaron este verano un «positivo balance»: en los meses de julio y agosto sólo murieron 191 personas (un 11% menos que en el verano de 2019 y un 5% menos que en 2020). Un éxito, vaya. En dos meses mueren 191 almas (no contamos los que no mueren, queden como queden) y se considera un positivo balance. Me ha costado encontrar una cifra total de muertos en accidentes de tráfico en 2021, pero se estima que podrían llegar a los 1.100 (Fuente: europapress.com).


Este tema me toca de cerca y por eso me cabrea especialmente la absoluta disparidad de enfoque al tratar unos y otros fallecimientos y la visibilización que se hace de unos y otros problemas, dando por hecho que las víctimas de violencia de género no son asumibles pero que las muertes por accidente de tráfico son ineludibles. Quizás esto suceda porque se denomina accidente a un «suceso eventual» (RAE), algo imprevisto, fruto del azar, cuando, en realidad, los mal llamados accidentes de circulación se deben, en la mayoría de los casos, a distracciones o a imprudencias más o menos temerarias por parte del conductor. Luego, sí, son evitables. Podríamos hacer pancartas que rezasen «ni un accidente más», «stop violencia en carretera» o «un stop es un stop» y elegir un color, un negro cuqui o un rojo sangre, para darle rollo a las banderolas y brillo al merchandising. Tampoco estaría de más guardar un miserable minuto de silencio en las puertas de los Ayuntamientos por todos los fallecidos en un día, no vaya a ser mucho tres minutos, uno por cada cadáver, en una misma jornada consistorial.

Me cabrea especialmente la absoluta disparidad de enfoque al tratar unos y otros fallecimientos y de la visibilización que se hace de unos y otros problemas, dando por hecho que las víctimas de violencia de género no son asumibles pero que las muertes por accidente de tráfico son ineludibles.

Pero no, al parecer, los conductores beodos no merecen la condena inmisericorde de la sociedad, sus víctimas no merecen ninguna pancarta con # costeada con el erario público y ningún ministro muestra su repulsa por la violencia en carretera. A los tres accidentados por día y los nueve suicidas no hace falta visibilizarlos, son las hayas del hayedo. Son parte del paisaje, los muertos corrientes y molientes de los que no se puede hablar con ira y con el puño en alto. Son daños colaterales de vivir en una sociedad donde hay que elegir bando hasta para morir. Y esa sociedad es la que decide qué muertes debemos censurar y cuáles forman parte del juego de la vida, qué muertes son aborrecibles y evitables y cuántas son el peaje necesario por irse de vacaciones.


Así que, por todo esto, estad muy atentos y si oís el verbo visibilizar en cualquiera de sus conjugaciones, huid en sentido diametralmente opuesto o, simplemente, coged una calculadora y echad números.

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