Harta de la leyenda negra
- Marta Lismán
- 28 oct 2021
- 5 Min. de lectura

529 años después del descubrimiento de América, España sigue siendo desprestigiada con una vehemencia que roza lo enfermizo. Primero fueron los italianos, luego holandeses e ingleses… pero ahora parece que cualquiera puede decir de nosotros lo que quiera y verter sobre nuestro pasado una mentira tras otra en lugar de dedicarse a leer un buen libro de Historia, que para eso está el verano. Algunos, que o no tienen verano o no tienen libros de Historia, pero sí una agenda política y una bandera tricolor a la que seguir ciegamente, arremeten contra nosotros con total descaro e impunidad, sin manuscritos que corroboren su versión de los hechos, sin un mal pergamino, ni un documento ológrafo, nada… Da igual. La verdad no está de moda, estudiar tampoco pero derribar estatuas de Colón o de Isabel la Católica, sí, porque desde el siglo XV no ha dejado de estar en boga atacarnos sin más argumento que el de un supuesto genocidio. A esos fabuladores les recomiendo cruzar el charco para pedir explicaciones a los ingleses o, más cómodo aún, les propongo que se queden en su tierra y le pidan cuentas (incluso aritméticas) a sus congéneres, que de matanzas y exterminios sabían rato largo, mucho antes de que Colón bajara de la Santa María. Pero a quién le importa la verdad cuando resulta tan políticamente rentable reinventarse un pasado glorioso de pueblo guerrero con raíces más antiguas que las de la mismísima Amazonía. Mucho más cool, ¡dónde va a parar!
La verdad no está de moda, estudiar tampoco, pero derribar estatuas de Colón o de Isabel la Católica, sí.
Y es que ya cansa tanta calumnia y tanta inquina, de verdad que ya cansa. Observo con hastío, con indignación, con estupor y con cansera a esos abanderados del movimiento indigenista que siguen arremetiendo contra España, acusándonos de genocidas, colonizadores e imperialistas, pero olvidando que las guerras y masacres entre los llamados “pueblos originarios” no terminaron ni siquiera después de la independencia de España, en 1829. Sirva de ejemplo que en 1834, o sea, antesdeayer, los mapuches sorprendieron y asesinaron a más de mil indios tehuelches, y persiguieron y exterminaron a todo aquel que no se sometió a ellos. Como siempre, doble vara de medir. Y, como siempre, hay que poner en contexto lo suyo, pero no lo nuestro. Descubrir y conquistar, mal… Comerse al vecino, bien. (El temita de la antopofagia, para otro post y con el estómago vacío).
En este venenoso caldo de cultivo, Elisa Loncón, de profesión mapuche y constituyente, aprovecha el tirón mediático para dejar su opinión en una entrevista en El País -dónde, si no-. La periodista paisana pregunta por el derribo de los monumentos a los conquistadores españoles, y la araucana -¡cómo no!- se despacha a gusto con que “Aquellas esculturas representan el colonialismo, eurocentrismo y la negación del pensamiento, la filosofía y las fuerzas populares del sur”. Esto lo dice la doctora en Humanidades por la Universidad de Leiden, la universidad más antigua de Holanda y que decidió homenajear a su alumna mientras todos, agasajada y agasajantes, miraban al techo y silbaban haciendo la vista gorda sobre lo que supusieron las colonias holandesas en América y sobre el ingente comercio de esclavos durante los siglos XVII, XVIII y XIX por el imperio holandés. Tres siglos del más salvaje despotismo, tres, obviados por la heroína mapuche mientras era honrada por su espuria alma mater. Antes, incluso, Elisa del Carmen decidió rehuir la Historia y mirar a otro lado al escoger para su doctorado la universidad fundada por Guillermo de Orange en 1575, en lugar de quedarse en su amada tierra y estudiar en la Real Universidad de San Felipe fundada por españoles en 1727, y que no sería la más antigua de Chile de no haberse cerrado otras que se fundaron en siglos anteriores. Si lo que quería era un poco de glamour curricular estudiando en una universidad con solera no era necesario atravesar el piélago, bastaba con estudiar en la Real y Pontificia Universidad de San Marcos de Perú, fundada en 1551 por Carlos I de España. Es decir, que mientras Guillermo de Orange, el mayor y más esforzado propagador de la leyenda negra contra España, fundaba su universidad en Leiden, el Imperio Español ya había construido en América al menos 5 de un total de entre 25 y 30 universidades para los habitantes del Nuevo Mundo y unos cuantos colegios virreinales. No es un caso aislado: cuando en 1636 se fundó la Universidad de Harvard en la colonia inglesa de Massachusetts, la primera institución universitaria en Norteamérica, ya había diez en la América española. Portugal nunca fundó una en Brasil. Tampoco lo hicieron Francia ni Holanda. Pero esto no lo sabe Elisa Loncón y, muy probablemente, El País tampoco porque recoge sin rubor sus palabras en una entrevista que causa auténtico estupor y vergüenza ajena.
Mientras Guillermo de Orange fundaba la universidad de Leiden, el Imperio Español ya había construido en América al menos 5 de un total de entre 25 y 30 universidades para los habitantes del Nuevo Mundo. Portugal nunca fundó una en Brasil. Tampoco lo hicieron Francia ni Holanda.
Pero todo se le perdona a Elisa porque es mapuche. No se siente hispana, ha estudiado en Holanda, es profesora de inglés y alardea de que su abuela paterna no llegase a hablar bien “el castellano”. Las paradojas se solapan, las incongruencias también. A pesar de su formación y su doctorado en la universidad holandesa, Elisa Loncón, a la sazón, lingüista, no sabe que el español es español y no castellano, que es el término utilizado para referirse a la lengua española en relación a otra lengua vernácula de España, pero que no aplica para distinguir el español de España del español de cualquier otro hispanohablante. Y no es porque no haya estudiado, no lo sabe porque no le interesa, porque está a otros temas… Está inventándose una historia, un pasado glorioso, un idioma propio, tejiendo una bandera multicolor y reivindicando el feminismo porque, puestos a arengar al personal, todo vale y nada sobra.
Y así están las cosas. En pro de unos pueblos originarios que no hacían otra cosa que guerrear entre ellos, o contra los incas para no ser esclavizados y contra los aztecas para no ser merendados a la parrilla vuelta y vuelta, Elisa Loncón y amigos, se reinventan la Historia a su conveniencia para dar fundamento a su ideología. Afortunadamente, somos muchos los que conocemos bien nuestro pasado y los que ya no nos callamos ante una leyenda negra que ya no cuela, a poco que uno se documente un ápice. La Historia es tozuda y es la que es, no la que uno quiere. Le duela a quien le duela, ya sea Elisa Loncón o Lucero del Alba, hay quien tiene un pasado glorioso y hay quien se lo tiene que inventar.
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Y de paso, recomiendo enérgicamente el libro Madre Patria del argentino Marcelo Gullo Omodeo. Para quien quiera abrir los ojos, para quien quiera entender el pasado y el presente, para quien tenga alma española pero, sobre todo, para aquellos españoles que se sienten orgullosos de su Historia y quieran tener más datos y argumentos para combatir la leyenda negra. ¡Vamos allá!
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